Claudio “Cococho” Argañaraz se abstuvo de declarar en el inicio del juicio oral por el crimen del pequeño Benjamín Amaya. Le preguntaron si haría uso de la palabra para defenderse, pero respondió que “no” por tercera vez en toda la causa. “Niego el hecho, me abstengo de declarar”, había expresado en las anteriores oportunidades.
Sentado detrás de su abogado defensor, Pablo Cisneros, siguió el debate y los testimonios en silencio y casi inexpresivo. Según la imputación, el joven, de 38 años, entre las 15 y 17 del 8 de agosto de 2019, engañó y se llevó a la víctima, de cuatro años, desde el barrio Jesús de Nazaret, en El Colmenar, hasta las inmediaciones de la avenida Circunvalación y canal Norte. Se desplazó con el niño, específicamente, hasta un antiguo puente utilizado como cruce peatonal. “Aprovechó su parentesco, cercanía y afinidad”, además de la indefensión del menor, para concretar el hecho.
De a acuerdo a la carga penal, Argañaraz recorrió a pie alrededor de 370 metros entre la vegetación. Se habría alejado de la casa del chico para librarse de la protección de los familiares. Allí, bajo la estructura de cemento, tomó a Benjamín, le pasó por el cuello un cable coaxial negro con manchas de pintura de color ladrillo, y lo colgó de un gancho de hierro que sobresalía del puente. Luego, fingiendo desconocer lo sucedido y el lugar del ataque, habría simulado buscar al niño junto con el grupo de familiares.
“Por ahora, no (declararé)”, manifestó ayer “Cococho”, tras la lectura de la incriminación. “Vamos a hacer uso del derecho de declarar para hacer todas las aclaraciones que sean pertinentes”, complementó el abogado Cisneros.
Relato clave
Entre varios declarantes, se presentó en la jornada la testigo reservada, una mujer de 44 años que vive cerca del lugar del homicidio. Ayer, sin embargo, dio su consentimiento para que se conociera su nombre: María Alderetes. En la instrucción, este relato había sido clave para llegar a identificar al supuesto autor del crimen.
Hasta ese 8 de agosto, la mujer no sabía de la existencia de Argañaraz y del pequeño Benjamín. A la tarde, los cruzaría caminando por el puente de la avenida Circunvalación. “Volvía de la escuela del barrio San Ramón. Eran las 16 aproximadamente. Encontré a esta persona con un chico. Era el puente donde encontraron al niño, por el canal Norte, en la autopista”, contó en el juicio, encabezado por los jueces Gustavo Romagnoli (presidente), Luis Morales Lezica y Eduardo Romero Lascano.
Alderetes retornaba de clases y se dirigía a su hogar. “Nunca antes los había visto. Venían de frente. El adulto que llevaba al niño era de estatura mediana, con el cabello ondulado y de más de 30 años (de edad). Sus dientes sobresalían o su boca no podía cubrir los dientes; no sé si era de dientes grandes o por (deformación de) la boca (…) A la criatura no la vi, me enfoqué en el adulto”, aclaró.
La mujer describió que el hombre vestía “una campera blanca, tejida, tipo de lana” y un “jean celeste”. “Venían de la mano con el niño, e iban como si fuese un paseo. No me generó curiosidad o sospecha. No noté si llevaban o no algún elemento”, rememoró. “El adulto miró a otro lado, no hacia donde iba yo cruzando”, acotó.
En medio de la investigación, la testigo había ubicado a Argañaraz en una ronda reconocimiento de personas. Ayer, la mujer remarcó que en esa instancia no había tenido dudas de que el sospechoso era el desconocido que había cruzado en el puente. Ante esa afirmación, el fiscal de Cámara, Daniel Marranzino, le consultó: “¿puede ver a esta persona ahora en la pantalla?” “La primera, a la derecha, con campera roja y barbijo de color blanco”, dijo, señalando al enjuiciado.